lunes, 7 de noviembre de 2011

Francia, 1982



Este fin de semana me he visto dos películas francesas del mismo año, 1982 (esto lo he descubierto después), las dos muy buenas, completamente diferentes, Passion, de Godard, y Une chambre en ville, de Demy. No creo que ninguno de los dos pudieran disponer hoy en día de los mismos medios para hacer esas películas (vamos, ya diría que ni de la mitad), empezando por los actores.


En las dos salen obreros, y las dos transmiten la idea de que las imágenes de gente que trabaja con las manos están llamadas a desaparecer, en Demy los obreros están en huelga, en Godard son despedidos, o acaban trabajando de figurantes para la televisión. Yo creo que el cine francés ha sido el que más atención ha prestado a la clase obrera (está el italiano de posguerra, claro).

Las dos películas giran en torno a un hombre vagamente desclasado (un campesino reconvertido en metalúrgico que vive en la casa de una aristócrata, un realizador polaco que intenta sacar adelante una superproducción para la televisión francesa mientras en su país se vive la contestación de Solidaridad) que se debate entre dos mujeres de diferente extracción social, Demy le da una salida trágicoromántica al nudo emocional, Godard se vuelve algo cobarde, y tras un par de secuencias hermosamente intensas opta por una coda sarcásticoburlesca, el típico chiste defensivo que abunda en la obra del franco-suizo.

3 comentarios:

lamarée dijo...

El cine francés no debe morir, lo tenemos cerca, los obreros son obreros y sus paisajes han conformado nuestro paisaje. Esto dicho desde el entorno de Barcelona debe sonar como lo que es, simplemente, sin más aditamentos.

Sergio Sánchez dijo...

La de Demy me parece extraordinaria, y directamente imprescindible si a uno le gusta "Los paraguas de Cherburgo".

La de Godard la pillé cuando te leí sobre "Prenom:Carmen" y la veré muy próximamente.

abbascontadas dijo...

A mí también me pareció extraordinaria, con respecto a Los paraguas... una variación fascinante, como si Demy les diera la posibilidad de un final sublime a sus protagonistas, además con total convencimiento.

La de Godard (o Godard/Coutard) está muy bien, Piccoli también sale ahí.