martes, 30 de mayo de 2017

El problema metafísico del bien

Se pueden ver en Filmin los dos últimos largos (de ficción) de Eugene Green, La sapienza y Le fils de Joseph (que hasta tuvo el honor de ser estrenado en salas, supongo que para que los happy few que nos acercamos a verla la metamos en el top ten del año). Las dos vienen a contar el mismo proceso, la construcción narrativa de un espacio para la figura paterna, un espacio donde el sujeto masculino (Fabrizio Rongione repite papel en ambas)  pueda acometer una empresa heroica, que viene a ser, en ambos casos, un compromiso en el campo de la palabra con la mujer. 

En Le fils de Joseph el protagonista es el personaje del hijo (como sabemos desde el título) mientras que en La sapienza la destinadora simbólica es la mujer. Las dos parten de una irónica pirueta narrativa parecida, un planteamiento tópico que en principio abocaría al relato al convencional formato de los psicothrillers que nos asolan, en Le fils...un joven que parte en busca del padre ignorado para descubrir que es un canalla, en La sapienza un matrimonio en crisis que se topa en un viaje (¡por Italia!) con una pareja de hermanos algo incestuosa y bastante más joven. Pero en un momento dado hay un personaje que hace una apuesta ética radical y escapa del género preestablecido: Vincent decide no vengarse del padre que lo abandonó y hace un trabajo importante para que el hermano del anterior pueda ocupar ese lugar vacante, Alienor renuncia a una aventura con un joven italiano y le encarga que acompañe a su marido para que este descubra que puede aportar algo a los demás.

A las dos se les puede poner alguna pega (el propio Green haciendo de mago caldeo es un poco heavy), pero en conjunto se puede vaticinar que se trata de las dos películas más hermosas que vamos a ver este año. 

lunes, 29 de mayo de 2017

For ever Wagner

Este fin de semana me he visto For ever Mozart y Alien Covenant, dos pelis que vienen a contar lo mismo, un par de expediciones que acaban como el rosario de la aurora. En la de Godard unos jóvenes de buena familia se van a Sarajevo a montar una comedia, que primero va a ser de Marivaux, pero como no quedan ejemplares en la librería optan por un Musset, cambio sin duda significativo. En la de Ridley Scott el robot tarado se dedica a citar en estado de trance el Ozimandias pensando que es de Byron hasta que su primo hermano (gemelo) le dice que es de Shelley; el error al parecer también tiene mucha miga y nos da una pista de la locura que lo habita, aunque particularmente no creo que nadie le retire el saludo a un amigo por confundir un poema de Byron con uno de Shelley, y aunque fuera de Wordsworth, aunque estas cosas pasan en las pelis, uno cambia a Marivaux por Musset o confunde a Shelley con Byron y acaba triturado por los serbios o por los alien.

martes, 23 de mayo de 2017

Dos recuerdos de juventud: a propósito de Close up

Para Cris, que esta noche prefiere ir ver a Ricky Martin

La primera noticia que tuve de Kiarostami fue a través de los Cahiers. Era diciembre del 91, yo aprendía francés y practicaba leyendo la revista (lo que dejó taras permanentes en mi retórica cuando luego tuve que usar esa lengua, aunque como en la mayoría de los casos ha sido para entrevistar a directores, igualmente contaminados por la pretenciosa cursilería marca de la casa, tampoco ha sido un hándicap grave), y en Francia acababa de estrenarse una peli de un iraní al que nadie conocía, porque por entonces Kiarostami no era Kiarostami, sino un completo desconocido. Close-up tuvo una enorme repercusión, al menos en el mundo de la crítica cool, ya que tampoco creo que las masas se arremolinaran a las puertas de los cines que la proyectaban (de hecho, Moretti tiene un estupendo cortometraje, El día del estreno de Close-up, en el que aparece el propio Moretti en el cine que dirige comentando con la taquillera las entradas que han hecho los blockbusters de turno y lo que ha recaudado el film que nos ocupa). Yo pensaba que en Francia tenían mucha suerte, porque me parecía imposible que en España nadie se animara a distribuir nada por el estilo (en esa época también era inimaginable la disponibilidad que tendríamos veinte años después para acceder prácticamente a cualquier cosa en internet).

Pero un año después el prestigio cultural que todavía sigue irradiando el país galo había convertido a Abbas casi en una estrella; Y la vida continúa se pasó en Un certain regard; en 1993 la SEMINCI le dedicó un ciclo mítico que desató una pasión desaforada por el director, ciclo que vino luego a la Filmoteca y en el que me vi hasta los documentales didácticos en los que explicaba como había que hacer la cola para subir al autobús. De aquel ciclo recuerdo sobre todo el impacto que me produjo Dónde está la casa de mi amigo?, una de las grandes experiencias cinematográficas de mi vida (curiosamente, posteriores visionados me han ido confirmando la lectura completamente aberrante que hice de ella, pero esa es otra historia). Y por fin pude ver Close-up, la película que pensaba que nunca vería. Unas butacas a mi derecha estaba Víctor Erice, y no fue la única vez que se pasó por la filmo a ver pelis de su colega. Años después, en La casa encendida, presentando el ciclo Correspondencias, Erice desgranó el comienzo de su conocimiento del (y su amor por) el cine de Kiarostami, y éste le correspondió con uno de los elogios más encendidos que uno haya escuchado nunca de boca de un cineasta hablando de la obra de un colega: contaba que estando un festival de cine se acercó a ver una película de un director para él desconocido, El sol del membrillo, y que se quedó tan patidifuso que no puso ver nada más durante dos días, y se dijo que el día que consiguiera hacer una película tan perfecta dejaría de hacer cine.  

Hace pocos días se estrenó en Cannes una copia restaurada (y, al parecer, remontada) de El sol del membrillo, y esta noche se pasa, de nuevo, Close-up en la Filmoteca.